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Ecologismo revolucionario

Por integrantes de la mesa ambiental

Hablar de revolución, dejando de lado la conservación, el manejo sustentable y el acceso equitativo y justo a los recursos naturales, pareciera ahora inconcebible. A lo largo del tiempo ha habido movimientos indígenas, campesinos e incluso urbanos en defensa de los recursos indispensables para la subsistencia de los pueblos. Movimientos que no se autodenominan ecologistas o ambientalistas cuya lucha de fondo es por los crecientes conflictos ecológicos distributivos. Es necesario hacer la distinción entre este tipo de movimientos ecologistas con otros, cuyo discurso pareciera dejar de lado las relaciones imprescindibles entre la sociedad y el medio ambiente.

El movimiento “ecologista” por la ecoeficiencia, por el “desarrollo sustentable”, deja completamente de lado los conflictos sociales, opta por un discurso en pro del crecimiento económico y nace como una justificación hacia este sistema que no es sustentable ni sostenible por nada ni nadie. El movimiento conservacionista (que hace culto a lo silvestre) va paralelo a los movimientos sociales de afectados y afectadas ambientales y de vez en cuando echan mano uno del otro para conservar los paisajes y a su vez, por la lucha de autodeterminación de los pueblos afectados. Sin embargo, en otras ocasiones las organizaciones de este tipo, como WWF (World Wildlife Found) o Greenpeace, promueven la “modernización ecológica” por medio de la política ambiental dictada por organismos internacionales, como la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional, que se contraponen a los intereses de los pueblos.

El ecologismo revolucionario, también llamado ecologismo popular, ecologismo de la liberación o ecologismo de los pobres, es un movimiento más amplio e incluyente que cualquier otro con una corriente ideológica definida, llámese comunismo, socialismo o anarquismo. Este movimiento busca defender no sólo los valores estéticos o paisajísticos de la naturaleza, sino también, en muchos casos, valores espirituales, religiosos, de autosuficiencia o incluso comerciales en pequeña escala. Este tipo de ecologismo se ha intensificado a partir del surgimiento del neoliberalismo y los procesos de globalización, que no son otra cosa que una disputa por la apropiación de los recursos naturales alrededor del mundo. La globalización no sólo implica la presencia de grandes empresas transnacionales en los países megadiversos o la aplicación de tratados de libre comercio con éstos, también conlleva la apropiación de la ideología global del crecimiento económico a base de exportaciones, valorizando únicamente las ganancias en el corto plazo sin tomar en cuenta los impactos sociales, ambientales y culturales, muchas veces irreversibles, a mediano y largo plazo.

El ecologismo revolucionario en México tiene como su máximo exponente al mismo revolucionario (a secas) que es ícono de los movimientos sociales más trascendentes… sí, ese mismo, Emiliano Zapata. Zapata, antes de encontrarse en la coyuntura de la denominada revolución mexicana, luchaba no sólo por tierra, también lo hacía por el agua que acaparaban las grandes haciendas dejando sin acceso a este elemento vital a los pequeños campesinos. El neozapatismo, reconocido probablemente como el movimiento social, indígena y campesino, más trascendente y radical de las últimas décadas en todo el mundo, tiene como principio la lucha por la autonomía, el derecho a la tierra y acceso a demás recursos. El neozapatismo en Chiapas, a través de su insurrección armada en 1994 con la aparición del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), ha dado ejemplo de rebeldía, autonomía y dignidad, desprendiéndose de imposiciones ideológicas y culturales venidas de occidente. Dentro de la cosmovisión de los descendientes mayas neozapatistas hay un completo equilibrio entre el ser humano y la naturaleza. Vemos ahora a estas y estos indígenas del sureste del país demostrando que una revolución no puede llamarse como tal, si en esos otros mundos posibles no hay armonía con su entorno.

A partir de finales de los 80’s y principios de los 90´s vemos un especial auge en la construcción de megaproyectos enfocados a la privatización de los recursos naturales, y por ende, una creciente lucha en defensa de éstos. En nuestro país, las luchas más simbólicas de los últimos años, tienen la característica de pelear por defender su patrimonio natural y cultural. El pueblo wixárika se encuentra actualmente defendiendo el Cerro del Quemado y la región de Wirikuta, su principal centro ceremonial, de empresas mineras, nacionales y transnacionales. Este valiente pueblo se encuentra librando una importante batalla contra el modelo de extracción minero, convirtiéndose en un caso emblemático no sólo en México, sino a nivel internacional.

Más de 180,000 personas han sido desplazadas en nuestro país a causa de la construcción de grandes presas. La lucha actual en contra de las grandes presas está llena de ejemplos paradigmáticos: La Parota en Guerrero, El Zapotillo en Jalisco, Paso de la Reina en Oaxaca y Las Cruces en Nayarit, son sólo algunas de las luchas que se están dando actualmente en contra de estos megaproyectos. Pueblos, organizaciones y sociedad en general lleva ya años de lucha porque los ríos sean para la vida y no para la muerte. Cherán, Michoacán, otro ejemplo de autonomía y dignidad, que de fondo se pudiera interpretar como una lucha por la autonomía política, comienza con un conflicto por la defensa de sus bosques, como lo han llevado a cabo ya indígenas en el sur y sureste del país, a los que les han sido arrebatadas sus tierras por planes de ordenamiento “ecológico” del territorio, políticas “contra el cambio climático” o de reforestación, y demás falsas soluciones ecológicas que llevan implícita o explícitamente la apropiación por despojo, en beneficio de pocos industriales. Así podemos ir recorriendo comunidades, pueblos, ciudades, estados, países y continentes, encontrando pequeños o grandes grupos de personas que están en pie de lucha frente a la imposición de megaproyectos, modos de producción y estilos de vida, resistiendo ante los embates del sistema, conformando redes; de eso se trata, de unificarse por una misma causa que de raíz es la misma que provoca la mayoría de los conflictos en el planeta. Es hora de conformar una lucha antisistémica con golpes sistemáticos.

Seguirán existiendo y multiplicándose este tipo de movimientos mientras no cese el avance de esta racionalidad imperante, estas economías de rapiña extractivistas, y estos gobiernos traidores, cómplices del saqueo de los pueblos. Es tiempo ya de unificarse contra todas estas prácticas e ir avanzando en conjunto para la creación colectiva de otra política, otro gobierno, otra economía, otra cultura, en resumen, de esos otros mundos que no sólo son posibles, sino imprescindibles.

La mesa ambiental de la asamblea #YoSoy132 Guadalajara busca vincular a las luchas socio-ambientales de Jalisco con la sociedad y romper el cerco informativo al que se han enfrentado históricamente estas luchas. Actualmente trabajan con la comunidad de Temacapulín. Contáctalos en su correo: ambiental132gdl@gmail.com

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