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Revolución sexual en México: ¿Realmente sucedió?

Por José Ricardo Contreras
…y esa misma noche, utilizando la sábana nupcial, se arrodilló frente a la cama y a manera de rezo dijo: “Señor, no es por vicio ni por fornicio sino por dar un hijo a tu servicio”.
Como Agua para chocolate, Laura Esquivel México 1989.

Estas palabras son las que en la novela de Laura Esquivel, Pedro dijo antes de realizar el coito con su esposa Rosaura, quien tejió una sábana nupcial que ponía entre ella y el cuerpo de su esposo, y el único contacto era por medio de un orificio donde el varón introducía su pene “para procrear y nada más que para procrear”.
   
Octavio Paz escribió hace poco más de medio siglo sobre las “máscaras” que los mexicanos hemos elaborado con el tiempo, que tienen como misión ocultar los traumas de “la chingada” (del verbo chingar, que literal y figuradamente significa “coger”), osea,  la Conquista, que fue un acto sexual: la violación del indígena por parte del conquistador español, de la cual nace el mestizaje del México moderno. No es de sorprender que las máscaras mexicanas más poderosas sean las sexuales.
   
La imagen que muestra México al mundo, la de una nación uniformemente morena y católica, es en sí una careta que oculta una grandísima complejidad. En México, posterior a la revolución mexicana, se originó una revolución feminista por conseguir el voto de la mujer que se consiguió finalmente el 17 de octubre de 1953; este movimiento desembocó hasta los años 60’s con lo que llamamos la Revolución Sexual. Durante esta época se empezaba a vislumbrar un creciente interés a nivel social por los métodos anticonceptivos y por una sexualidad responsable, aunque este tipo de situaciones sólo se daban en cierto sector de la población mexicana, porque las grandes masas poblacionales de este país preferían optar por la conducta marcada por la religión católica, es decir, el coito para procrear; que la gente debía de tener los hijos “que Dios le diera” y que sólo ciertas conductas sexuales estaban “permitidas”. Incluso posturas como el misionero y cualquier conducta que saliera de los cánones de la Iglesia Católica (quien tomó esta ideología purista en el siglo III D.C. en sus orígenes, para crear la tendencia de que la castidad es lo puro y el sexo es ofensivo a Dios) era considerada pecado mortal; con todo esto el mundo en general vivía una conducta de doble moral donde las mismas prácticas que existen hoy en día existían entonces, pero se hacían “a escondidas”; prueba de ello los relatos eróticos de los libros del Marqués de Sade, dueño del apellido que originó la palabra sadismo.
   
El movimiento Sex Revolution que se originó en Europa y Estados Unidos desde los años 60’s llegó a México en la misma intensidad en los años 70’s cuando empezaba a hablarse del amor libre, uso del condón, homosexualidad, travestismo, intercambio de parejas, fetichismo, entre otras muchas cosas. En ese tiempo empezaron a surgir grupos de homosexuales (trans, en su mayoría) quienes pretendían reivindicar la imagen del puto o prostituto para exigir derechos humanos igualitarios a los de cualquier persona y decir “existo y merezco respeto”. Esto dio origen a las marchas gay; en un principio quienes participaron en ellas sufrieron persecución y muerte. Desde marzo de 2010 se aprobó en el DF el matrimonio entre personas del mismo género, siendo esta la primera ciudad de América Latina en conseguirlo. Actualmente también es legal en el estado de Quintana Roo (junio de 2012) y en el estado de Coahuila, bajo la figura de sociedades de convivencia; todo esto como muestra de una añeja lucha por miles de activistas a lo largo del país y del mundo.  La lucha comenzó primero para sacar a la homosexualidad como un trastorno mental del manual de psiquiatría, suceso que tuvo lugar en esos mismos años 70’s, además de que aún se trabaja para que en el resto del país se respeten y ejerzan los matrimonios y los derechos humanos para la población LGBTTTI.
   
También en los años 70’s empezaron a salir a la luz los clubes clandestinos donde se llevaban a cabo toda una serie de prácticas sexuales: la gente iba a experimentar con su cuerpo y  en muchas ocasiones se hacía uso de drogas. Toda esta tendencia que vivía el mundo empezó a cambiar radicalmente cuando en 1983 surgió el primer caso de VIH; se extendió erróneamente la fama de que este virus causante del SIDA era una enfermedad de homosexuales, de la gente que asistía a estos lugares, y esto empezó a mermar la apertura que se estaba dando. A partir de esta enfermedad los clubes clandestinos que empezaban a salir a la luz poco a poco volvieron a su clandestinidad; no desaparecieron por completo nunca, y hasta la fecha algunos aún se conservan.
   
Una cosa es cierta, la sociedad mexicana vivía diferentes realidades: una dimensión eran las grandes ciudades del país, donde la civilización y el modernismo avanzaban, mientras que en las ciudades pequeñas y pueblos, el hombre se “robaba” a la mujer, que en la mayoría de los casos no excedía de los 20 años de edad y estaba resignada a ocuparse de las labores domésticas, de los hijos y el hogar. Hoy en día la mujer puede trabajar, ejercer su sexualidad de manera consensuada, planificar la familia, entre muchos otros beneficios que se han conseguido; sin embargo, aún existen lugares en el país donde las niñas de 12 años son cambiadas por una java de refrescos o una chiva para que sirva a su dueño de esclava doméstica y/o sexual, como sucede en rincones del estado de  Chiapas y Guerrero, entre otros.
   
Desde la conquista, el mexicano ha vivido inmerso en la moral y las buenas costumbres impuestas por la Iglesia Católica, que es la institución religiosa predominante en este país; a pesar de eso, esa misma moral se transforma ahí donde empieza el asunto de la casa chica, las visitas a las esquinas de las prostitutas o prostitutos  han sido la constante de siempre y aunque han cambiado un poco en algunos aspectos, se han agudizado en otros más. Las deudas de esta revolución son con la gente que no puede ejercer de manera legal su derecho a hacer con su cuerpo lo que quiera, cuando quiera y como quiera (siempre y cuando sea consensuado por las demás personas involucradas), de vivir la vida de la misma manera y ejercer toda una serie de cosas donde siempre hay alguien más que se entromete para pisar sus derechos. Quizá, el problema que tenemos para con el ejercicio de la sexualidad sea que iniciamos sin la educación adecuada, aprendida de la gente que menos debería enseñárnosla, pero esa, ya es otra historia.

José Ricardo es ingeniero, periodista y fotógrafo, nacido en Navojoa Sonora, integrante de la mesa de Diversidad Sexual en #YoSoy132 Gdl. Este año presenta su primer libro. Síguelo en su Twitter: @jossericardo

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