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Yo Soy 132, una retrospectiva

Este es un conjunto de relatos narrados desde la mirada de distintos integrantes del movimiento #YoSoy132 en Guadalajara. Un viaje explicativo de como un simple video de YouTube se convirtió en el detonante para despertar a un ejército de voces que acorraló a una bestia que llevaba ya más de treinta años dominando México. Esa bestia no es ni un partido político, ni un candidato, ni un grupo de poder. Esa bestia se llama indiferencia. Porque como decía Albert Einstein: “El mundo es un lugar peligroso. No por causa de los que hacen el mal, sino por aquellos que no hacen nada por evitarlo”.


El inicio de todo

Es Viernes 11 de mayo. Del 2012. Sí, de ese año que tanto nos han vendido como el último según los Mayas. El ambiente es tenso. La Universidad Iberoamericana no se siente cómoda, como en un viernes cualquiera; muchos estudiantes están listos para recibir al candidato del PRI a la presidencia, Enrique Peña Nieto. Pero no esperan recibirlo con aplausos y reverencias; no, lo que se huele es rechazo y repulsión. El lugar está inundado de mantas con leyendas como “Todos somos Atenco”, “Yo sí leo”, “Soy prole ¿y qué?”; máscaras de Salinas, playeras manchadas de sangre. El personal de seguridad de Peña Nieto no deja pasar al foro principal —donde EPN conversará con estudiantes— ninguna cartulina con consignas en contra del candidato del PRI; únicamente permite aquellas a favor. Ya adentro, los lugares de hasta adelante se llenan con simpatizantes de Peña Nieto; muchos de ellos cargan con carteles prefabricados, otros tantos con copetes artificiales puestos en la cabeza. No se necesita ser un genio para saber que son acarreados del PRI. Afuera, el equipo de campaña ofrece hasta $200 a cambio de abstenerse de hacer preguntas incómodas al candidato (pobrecito, es que cuando se es presidente nunca se lidia con preguntas incómodas. Es un trabajo bien sencillo).

El auditorio está a reventar. La plática empieza en calma aparente. En algún momento un alumno pregunta sobre la represión violenta en Atenco. Peña Nieto dice: “Fue una acción determinada que asumo personalmente para establecer el orden y la paz, en el legítimo derecho que tiene el estado mexicano de hacer uso de la fuerza pública”. También señala que los policías responsables de barbaries y violaciones fueron castigados. Falso. Nunca hubo justicia, cerca de veintiseis mujeres fueron violadas por elementos de seguridad que no han sido castigados; los estudiantes lo saben, y por eso estallan. A ellos no se les puede engañar tan fácil. El caos comienza. El grito de “¡fuera!” es ya un coro de voces que cimbran los pasillos de la universidad. “¡La Ibero no te quiere!”, una repetición que retumba con ecos revolucionarios en una institución que suele ser vista como fresita y nice. Peña Nieto y su equipo, sorprendidos, atemorizados, huyen en medio de un mar de reclamos; los estudiantes lo persiguen para recriminarlo con gritos de “¡asesino!”, “¡Atenco no se olvida!” y “¡cobarde!”. Cancela su entrevista programada en Radio Ibero 90.9, queda atrapado durante un tiempo en un baño, y, después de unos minutos de auténtica pesadilla, por fin logra salir, siempre resguardado por sus decenas de guardaespaldas. La Ibero está despierta, la protesta está presente; y lo mejor: fue todo espontáneo. Nadie lo organizó ni lo esperaba, mucho menos el equipo de campaña del PRI, que no pierde tiempo: se debe empezar el trabajo conjunto con los medios.


Los medios no tardan en tomar cartas en el asunto. En entrevista con López Dóriga, se señala que los responsables de lo ocurrido en la Universidad Iberoamericana son gente entrenada, porros y acarreados del candidato de las izquierdas, Andrés Manuel López Obrador. El sábado, todos los periódicos del consorcio Organización Editorial Mexicana (OEM), muestran en sus encabezados a lo largo del país, en primera plana: “Éxito de Peña en la Ibero, a pesar de intento orquestado de boicot”. Un claro intento de manipulación mediática que quizá en otros tiempos hubiera pasado desapercibida. Pero no cuentan con 131 estudiantes que, en respuesta a lo publicado por los medios tradicionales de información, difunden un video en Youtube donde, apelando a su derecho de réplica, con credencial en mano, aseguran no ser ni porros ni acarreados, ni haber sido entrenados para nada. El video se hace automáticamente Trending Topic en Twitter a nivel nacional y mundial. Otras universidades se unen a la voz de rechazo hacia lo que representa Enrique Peña Nieto y hacia la manipulación mediática, y así comienza el movimiento autonombrado #YoSoy132, en alusión a esos 131 estudiantes que no se quedaron callados ante el cinismo y engaño de los medios. Lo que empezó como un acto espontáneo de protesta, se convierte de pronto en el movimiento estudiantil más grande de México desde el 68. La juventud en nuestro país está despierta. Tal vez eso que dicen sobre el fin del mundo en el año 2012 sea cierto.


El movimiento llega a Guadalajara

Todo empezó con una marcha organizada por chicos del ITESO el 23 de mayo. Nos reunimos en Av. Chapultepec y La Paz en camino a Televisa, emulando a otras marchas que se habían organizado en el Distrito Federal con destino en Televisa Chapultepec y Televisa Santa Fe. No éramos muchos; a ojo de mal cubero diría que éramos unas mil quinientas almas, quizá menos. Pero teníamos un gran ánimo. Era la primera marcha del movimiento #YoSoy132 en Guadalajara. La primera de muchas. Después de dar lectura al mensaje inaugural de la manifestación, arrancamos y avanzamos, siempre por el camellón, sin estorbar a los automovilistas, que con sus dedos pulgares levantados nos mandaban la señal de que respetaban lo que hacíamos y nos apoyaban. Las consignas anti-EPN y anti-Televisa aparecieron coreadas por fin en nuestra ciudad; quienes marchábamos esa vez éramos principalmente jóvenes, y no había ni una sola pancarta con alusiones de simpatía por partido político alguno. Éramos un simple fenómeno viral, producto de un hashtag cualquiera en Twitter, y muchos no sabíamos que quienes estábamos ahí ya éramos parte indiscutible de la historia mexicana, aunque fuera de manera pequeña. Así, inocentes, llegamos a Televisa al grito de: “¡Ya estamos llegando, Televisa está temblando!”. Luego fuimos a dar a las instalaciones de Milenio. Y así concluyó nuestro reclamo a unos medios cada vez menos confiables. Cada uno de nosotros nos fuimos de ahí con una sonrisa tímida, satisfechos, aunque sin saber exactamente por qué. Unos días después lo descubriríamos.


Lo siguiente fue una junta en el ITESO. Ahí llegamos mucha gente sin saber con precisión a qué íbamos. Lo supimos apenas empezó la reunión: la idea era comenzar a cimentar el movimiento en Guadalajara, y lo íbamos a lograr a través de la creación de mesas de trabajo. Muchos de los que participaron en esas mesas eran desconocidos ese día: hoy son ya amigos y compañeros en esta lucha por cambiar a México. El próximo gran paso era vincular el movimiento apenas naciente con otras universidades y organizaciones de la ciudad. La transformación del fenómeno viral insignificante de Twitter al movimiento organizado de resistencia civil pacífica comenzaba. La primera asamblea se vislumbraba en el camino.

La primera asamblea

El epicentro del movimiento se definió a partir de la primera asamblea. Si la Calzada Independencia es el símbolo histórico de la división entre las dos Guadalajaras, el Parque de la Revolución se ha convertido en la confluencia de los caminos tapatíos. El también llamado Parque Rojo, fue testigo de un grupo de estudiantes, que, inspirados en las asambleas que se estaban realizando en el D.F., se reunieron para darle forma al movimiento de manera local.

La primera asamblea fue de mucha porra y consigna añeja (“¡Zapata vive!, ¡la lucha sigue!”) combinadas con los gritos de esta nueva identidad juvenil que había nacido hace apenas unas semanas. En esta primer reunión, se definieron las mesas de trabajo. Algunas de estas se habían acordado previamente en la junta del ITESO; otras, como la de UdeG Libre, nacieron ese mismo día.
Vigilar las elecciones, democratizar a los medios, organizar las marchas y movilizaciones, generar contenido, definir un manifiesto local, democratizar a la UdeG, defender el medio ambiente y el desarrollo sustentable, usar al arte como un arma que dispara conciencia. Misiones varias que se discutían en círculos. Objetivos comunes que generan comunidad. Hacer política, sin ser político. Diálogos cara a cara. Levantar la mano y esperar tu turno. Aprender a escuchar. Simpatizar con posturas, replicar, aplaudir silenciosamente cuando el otro articula la misma idea que habita mi cabeza. Todo eso se aprende en las distintas mesas. El diálogo como creador de acciones. El diálogo para llegar a definirse, a tomar acuerdos. “La fuerza del diálogo es más potente que el diálogo de la fuerza” dijo Habermas.


Al final del día, sobre el kiosco-ombligo del parque se leyó el manifiesto. Al grito de “¡todos somos Atenco!”, se le agregó un “¡todos somos 22 de abril!” (signo de una herida local que algunos apenas recuerdan) y un “¡todos somos Temaca!” (signo de una resistencia local latente). De esa primera reunión general saldrían los andamios de un edificio que todavía no se termina de construir, pero que tiene un gran letrero en la entrada que dice: Yo soy 132, bienvenidos sean.

Tomar las calles, hablar con la gente

Cuando un país está sumamente lastimado en materia política, resulta casi imposible que los ciudadanos crean que pueda haber benevolencia alguna en todos sus queveres. El reto es grande, hay que derribar esas barreras que nos impiden llegar a más personas, hay que debilitar las generalidades preconcebidas. Entonces la tarea se volvió muy clara: salgamos a las calles, entablemos diálogo con la gente, reconozcámonos las caras. Las propuestas fueron numerosas: flashmobs, brigadas informativas, performances, intervención en las calles…, todas ellas acciones simbólicas y no tanto para causar un impacto inmediato entre la gente.

“Vagavids”, por ejemplo: por las noches, grupos de 5 personas máximo se equipan con proyector, laptop, bocinas y demás artefactos necesarios. Lo que sigue es trazar una ruta para ir a espacios públicos de diversas colonias: parques, plazas, paradas de camión y estaciones del tren son las mejores ubicaciones. Al llegar, la movilización es rápida: se roba luz del alumbrado público o se pide a algún puesto comercial cercano, se cuelga una lona o se busca una buena pared y mientras unos conectan y acomodan todo, otros abren paso invitando a la gente a ver lo que en minutos se proyectará. Entonces inicia la proyección: flashbacks de Atenco, Acteal y Tlatelolco. Después, Paco Ignacio Taibo II habla sobre el neoliberalismo y la tanda concluye con la animada cumbia 132. Gritos de señoras cobijan el momento y dan certeza: “¡yo también soy 132!” o “¡sigan haciendo esto muchachos!”. La gente se acerca y quiere hablar, es momento de aprovechar la disposición y responder las inquietudes: ¿Quiénes son? ¿Por qué se llaman así? ¿Ese símbolo de gato qué significa? ¿Es cierto que los están financiando? ¿Qué están exigiendo? La mejor parte viene cuando la gente cuenta sus historias. Familias, niños, señoras, estudiantes, adultos mayores se abren a la conversación grupal. Ésta es una de las partes más sensibles, las más humanas del movimiento. Cuando por experiencia propia, te vas con la certidumbre de que hubo una genuina impresión entre la gente, parece de repente que todo este caos sí lleva una dirección concreta.

La acampada revolución


Video de Erre Castillo
El lunes 2 de julio a la 1:32 pasando meridiano, se instaló la acampada Revolución 132 en el parque del mismo nombre ubicado en el cruce de Juárez y Federalismo, en Guadalajara. Tal, era un acuerdo al que se había llegado en la III Asamblea Yo Soy 132 en Guadalajara, realizada el viernes previo.

Y ahí estuvimos puntuales para poner las casas y también para organizar las primeras acciones postelectorales contra la imposición que ahora se veía ya inminente. Los ánimos estaban agitados. No fuimos los únicos que nos hicimos presentes ese día a esa hora. Al mismo parque llegaron otros ciudadanos que compartían ese sentimiento de indign-acción, ese mismo día salió la primera marcha rumbo al IEPC.

Fueron días de mucho trabajo: observadores de conteo distrital, el propio establecimiento del campamento y sobre todo, organizar y hacer más eficientes las asambleas ciudadanas que surgieron espontáneamente ese día y se repitieron toda la semana.

Desde ese lunes, la parte norte del Parque Revolución se volvió una sede importante para el movimiento pero también para la unión social, vimos como diferentes representantes de los más heterogéneos grupos de la ciudad se hacían presentes para compartir la lucha, la indignación y las ganas de levantar la voz para hacernos escuchar contra el sistema y las sordas instituciones. Esta situación de coyuntura se dio en parte por las redes sociales que difundían el parque como sede, pero también en gran medida por la naturaleza del Rojo, el apodo del parque, que al ser un nodo importante para la movilidad de la ciudad y del transporte público, es un lugar accesible al que se llega, incluso sin quererlo expresamente. Muchas señoras, maestras, hijas, madres —y también padres—, abuelos y pensionados, tomaron el megáfono para dar palabras de aliento y de respaldo, otras para sugerir planes de acción, alguien más para compartir experiencias previas de insurrección o exigencia de la dignidad, ya política, ya democrática, ya personal, ya social. La dignidad es dignidad y ya.

Durante la primera semana postelectoral hubo asamblea todos los días, en el afán de ser siempre horizontales, igualitarios, tolerantes; fue difícil llegar a muchos acuerdos, pero ya se vislumbra uno muy importante: la creación de un Frente Amplio Popular del Estado; también las asambleas ciudadanas espontáneas sirvieron como un espacio de micrófono abierto, en donde no se niega el uso de la palabra y no importa si hay que adivinar lo que dice el megáfono, ecualizar el micrófono o de plano gritar, los mensajes siempre llegan y los acuerdos siguen.

Se perdió la cuenta del número de asambleas ciudadanas, realmente nunca la hubo, ahora se intenta establecer un día y hora a la semana, aunque la realidad, muchas veces, casi siempre, nos obliga a reunirnos con mucha más urgencia de la que proporciona un horario fijo. Esos jardines en la parte norte del parque Revolución se volvieron algo así como el Speakers Corner, un lugar para tomar la palabra y para ser escuchado, un lugar utópicamente democrático muy ad hoc a nuestra exigencia elemental.

Tomamos el parque, tomamos el espacio público, y tomamos la palabra, es decir, la opinión pública. ¿Por qué habremos de callar si apenas comienzan a escucharnos?


La marcha interminable

En Guadalajara muchas veces se ha cambiado el gentilicio de tapatíos por el de apatíos. En general tenemos la idea que vivimos en una ciudad vibrante, llena de jóvenes y retacada de doble moral. Una ciudad en donde hay muy poco sentido de la ciudadanía, también traducida ésta como valor cívico o participación ciudadana. Por un lado es normal, nuestros valores y tareas democráticas todavía necesitan madurar o esparcirse como semillas en tierra fértil. Es por eso que el pasado sábado 7 de julio, fue un día histórico para la ciudad. Fue el día de la primera mega marcha nacional-mundial en contra de la imposición presidencial, apenas seis días después de los comicios electorales. Según los reportes finales, fuimos más de 20 mil personas las que ocupamos las calles; según los videos que documentan aquella histórica jornada, fue la marcha sin fin.

Para muchos fue su primera caminata insurrecta, al menos en mucho tiempo. Yo fui acompañada de amigos, mi novio y de mi mamá (quien iba por primera vez). Nos unimos al contingente en Avenida Alemania a las afueras de la sede jalisciense de la televisora más grande del país. No éramos los únicos, decenas de ciudadanos nos encontramos ahí esperando a los compañeros que venían desde la Minerva. Estábamos ansiosos, queríamos que ya llegaran, éramos cada vez más ciudadanos con pancartas alusivas a los desafortunados, casi malditos, resultados parciales de la elección.

Llegó entonces el primer contingente proveniente de Plaza Liberación, en ese momento no sabíamos que no era el único. Pronto nos unimos a las consignas, al reclamo, al enojo manifiesto. Una expresión naturalmente pacífica en donde el contingente unido prohibió que hubiera pintas en la fachada de la televisora, cuidó que hubiera orden y respetó que diera paso a la indignación expresada en consignas: “Anulación de la elección”; “No somos uno, no somos diez, prensa vendida, cuéntanos bien”; “Si esto es noticia que salga en televisa”; “Voto comprado no debe ser contado”…

Después de una media hora, llegó el contingente mayor, el interminable. La imagen era impactante: un mar de personas al que no se le veía fin. Nos unimos y comenzamos a caminar con dirección a las otras dos escalas que se habían determinado: las oficinas de Milenio Jalisco y la sede del PRI jalisquillo. A Milenio sólo fueron algunos, la estrechez de la Calzada del Águila nos obligaba a continuar y con sólo doblar la esquina ya estábamos afuera del PRI. Ahí sucedió algo muy especial, los organizadores de la marcha pedían silencio y el puño izquierdo levantado. En silencio sepulcral pasamos frente al PRI, para después dar lugar a la oleada de aplausos; sin duda fue uno de los momentos más emotivos.

Una vez pasado el PRI ocupamos una de las avenidas principales de la ciudad y caminamos al primer cuadro. Ese recorrido también fue muy significativo, recibimos muchas muestras de apoyo de los automovilistas que cedían el paso y apoyaban con el claxon o con el pulgar arriba; pero los más asombrados eran las personas que se encontraban ahí en el centro: unos se unían, otros preferían no ver; la mayoría abría los ojos a lo que veían y lo que oían, parecía que era la primera vez que veían algo así y que se enteraban de lo que pasaba. Yo aproveché para gritar a todo pulmón una de mis consignas preferidas: PUEBLO ESCUCHA: TAMBIÉN ESTA ES TU LUCHA.

Mi mamá me compartió su sensación, le sorprendía: “los muchachos gritan con mucha fuerza, mucha energía, muchas veces se me enchinó la piel, me gustó mucho venir”. Comprendí ese sentimiento, también lo sentí en la primera marcha a Televisa en mayo, esa sensación de que la fuerza de todos es capaz de cualquier cosa, la emoción de sentir que nos tocaría ver el cambio, ser parte de él.

Más de 8 kilómetros de caminata nos llevaron al punto final, la Plaza Liberación, coronada por la gran escultura de Hidalgo rompiendo las cadenas de la esclavitud, la sumisión y en este caso de la apatía que más de 20 mil dejaron atrás ese sábado, para conformar lo que fue una marcha histórica, sin precedentes, en la historia de la Perla.


Y esto sigue...

Muchos han dicho que el movimiento #YoSoy132 no sirve. Que las cosas seguirán igual y que no hemos conseguido nada. Nosotros no lo creemos así. Para muestra un botón: ahí se tiene el debate organizado por el movimiento, tanto a nivel federal como estatal. Nunca antes un debate nacido de la iniciativa ciudadana había contado con la participación de candidatos a la presidencia de México o a la gubernatura de Jalisco. Sólo ese ya es un logro gigante; podríamos enumerarlos todos, pero nuestra retrospectiva ha terminado por ahora. Es muy temprano para sacar conclusiones, si acaso, la única evidente es que no podemos dejar de lado esta lucha. Seremos ingenuos o soñadores, pero al menos estamos intentando algo y, ¿quién sabe?, tal vez en unos años más podremos hablar de un país que ha despertado por completo: un país en donde la bestia de la indiferencia ha sido exterminada desde hace ya mucho tiempo. Te invitamos a que te unas a nuestra lucha, no por algún partido político, no por algún candidato ni por algún grupo de poder. Esta lucha es por México.

Noc Noc...
¡Despierta!

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